Un año más, Alicante vuelve a estar a la cola de la innovación cultural en el Observatorio que la Fundación Contemporánea elabora cada año. En concreto, somos la ciudad número 33 (de 35) y nuestra valoración ha bajado un 0.6% con respecto al año pasado.
Como denunciábamos, ya, el año pasado, se trata de un estudio centralizado, elitista y sin demasiada credibilidad, ya que aunque cita que entrevista a 499 agentes culturales públicos y privados no se especifica sus nombres, ni su procedencia, lo que nos hace dudar de la concentración de esos votos, viendo que la mayoría de Instituciones y eventos «premiados» se desarrollan en Madrid y Barcelona y, en general, denotan bastante desinterés por propuestas «minoritarias».
Es contraproducente hablar de innovación y centrarse en «megaeventos» como el BBK Live, el Zinemaldi, Arco o el Primavera Sound. O que los centros con más presupuesto (Los Museos del Prado, el Reina Sofía o El Guggenheim ) sean, precisamente, los mejor valorados.
Quizá si rebuscaran podrían encontrar cosas que dudamos que un snob de capital tenga a bien conocer como el «Abril en Danza», «Photoalicante», «La Tapia», «A Day in a Sin City» o el «Funtastic». Aunque sólo sea para dar un poco de credibilidad al Ranking por Comunidades.
Precisamente en este apartado es donde se evidencia nuestra duda de que Alicante esté representada entre los jueces, ya que de los 22 sitios/eventos citados, sólo 3 son de Alicante: el Teatro Principal, que ha caído 10 puntos de valoración con respecto al 2018, el MACA, que cae un 15% y el Arniches, que aparece por primera vez en la Lista. Nos da risa que se considere mejor al Festival de les Arts que al Low Festival (que ni siquiera aparece) y que centros fuera de las capitales (El Gran Teatre, El IVAM Cada, El Teatro Chapí, el Festival de Cine de Sant Joan…), el ADDA, el Marq, Cigarreras… tampoco tengan cabida aquí.
No obstante, todo esto deja en evidencia la falta de chovinismo alicantino, lo mal que vendemos los eventos que aquí tienen lugar y lo necesario que es valorar más a los artistas y a los medios, así como gestionar con profesionalidad los espacios y los bienes públicos. Quizá no para aparecer en este estudio elitista, pero tal vez, sí para reivindicar que si sin medios somos capaces de generar una media de 200 eventos semanales, 50 festivales de música, otros tantos de teatro, 15 de cine… ¿Os imagináis hasta dónde llegaríamos con presupuesto y sin morirnos de hambre?
En fin, que puestos a quedarnos con algo de las 46 páginas, lo haremos con las dos últimas, dónde se responde a las carencias de la cultura que coincide con lo que la mayoría de los implicados en desarrollar las artes pensamos: la necesidad de políticas culturales, el desarrollo de públicos, la comunicación… curiosamente, no se habla de precariedad, lo que vuelve a dejar constancia de la falta de realismo del estudio.
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