Llegará la vacuna y todo se irá a la mierda… o no… pero dentro de todo este kaos de cambios, el puñetero virus ha traído unas cuantas cosas buenas a la cultura.
He aquí nuestro decálogo de hecho que no deberían cambiar, que el COVID-19 ha traído a la cultura:
1.La previsión
De repente, todo el mundo compra sus entradas anticipadas. Hay que controlar los aforos y para evitar colas y decisiones de última hora ha habido que habilitar una nueva fórmula de compra/reserva de entradas. Con ello, ha llegado la necesidad de anunciar las cosas con más antelación, lo que a su vez, da un valor a la difusión y a la comunicación, a tener un buen cartel y esas cosas que hace años deberían haber estado en la mente de los que organizan (o tocan, actúan, bailan en) un evento.
2.Pensar en el ciudadano de aquí, no en el turista.
Como, por razones obvias, no había certezas sobre los posibles visitantes. Y como éste hecho, va en consonancia con que los autóctonos hayan rediseñado sus vacaciones, los eventos de este verano van dedicados a la gente de aquí. Esa gente que en invierno te da de comer, o te vota, o te agradece que programes cultura y te ayuda a darle forma a lo que programas.
3. La oportunidad de los artistas locales.
Sea por pura solidaridad, o por simple necesidad, la figura del artista local ha ganado enteros. Las rimbombantes estrellas de Miami, están aguantando a Trump, y sin festivales, cuesta convencer a un grupo europeo para que vengan. Así que en esta semi-explosión de la burbuja festivalera, los grandes beneficiados son los artistas locales, que por fin, han tenido la oportunidad de ser profetas en su tierra… y, muchas veces, cobrando lo que no han cobrado en su puñetera vida.
4. La eclosión de las sinergias.
Cuando uno sale a la calle y comparte espacios, nace el diálogo. Muchos artistas siguen metidos en su burbuja inaccesible alimentando su ego. Pero otros han entendido que hay conexiones que ahora que hay tiempo se pueden desarrollar. Si os fijáis, veréis que hay bailarines en conciertos, poetas recitando versos en espectáculos de danza, cantantes líricas en el circo, o, simplemente, grupos de artistas que comparten un cartel.
5. La unidad en la lucha.
Tras años de vacío, de repente, se ha dejado entrever una lucha común a gran parte de colectivos de artistas que, tras la gran crisis de no poder cobrar un duro, o de dar valor a su trabajo, durante el encierro forzado han entendido que «la unión hace la fuerza» y que es más posible que atiendan tus demandas, cuando te asocias con gente que vive en la misma situación que tú.
6. Implicación de las instituciones.
En parte es porque una foto con artistas vende mucho. O quizá sea que el eterno mal endémico de la falta de presupuesto, se ha convertido ahora en virtud. Ya que hay prisa en gastarse lo que no se gastó en los tres meses de pandemia. Lo que nos ha dejado dos tipos de políticos «culturales» los que han arrimado el hombro, y los que han quedado en ridículo por no estar en contacto con lo que se cuece en sus entornos.
7. Toda hambruna trae una revolución.
Todos hemos pasado miedo, hemos tenido fases de rabia, de desolación, de «romper con todo»… y los artistas han estado ahí. Primero entreteniendo. Luego desarrollando fórmulas imaginativas a través de las pantallas, para, finalmente, transportar esas nuevas opciones a la realidad.
Por fin, una gran mayoría de artistas se ha dado cuenta de que no basta con sobrevivir, porque en esa fina línea que nos separa del abismo, 3 meses malos, pueden matarnos. De ahí que parece haber resurgido con más fuerza que nunca, la demanda de la profesionalización de las artes. O las nuevas peleas comunes, o el acercamiento entre lo que los artistas necesitan y el público, las instituciones o las calles le pueden brindar.
8. El fin de los chapuceros y los listillos.
Esto es más un deseo que una realidad. Pero esta vieja demanda sería más factible que nunca si todos los puntos anteriores se extendieran en el tiempo. Si acreditas un caché, dejas de pasar la gorra. Si denuncias a quien oprime tu arte, en lugar de verlo como el que te da de comer, a la larga saldrás ganando. Y con detalles «nimios» como que el señor ministro retire la cuota para los autónomos que no llegan al mínimo, o que ese éxito que están viviendo en sus carnes las instituciones locales, se transforme en una apuesta más sólida por lo propio y lo autóctono, se acabará la precariedad, las gorras vacías, el palmar pasta en los bolos…
9. Hay más trabajo.
Seguramente, porque los artistas han aprovechado el tiempo de confinamiento para crear. Y cuando uno tiene cosas nuevas que ofrecer y hay una relativa apertura de oídos por los que mueven el dinero, el trabajo prolifera, O, al menos, se cobra bien (y se declara). El contrapunto a las bondades de la cultura de base, es la queja de los que otros veranos se han forrado en grandes festivales de cine, música o teatro. La pataleta es en público, porque en privado, la mayoría han agradecido los nuevos formatos planteados. Tener un día todo para ti, es mejor que tener un hueco ilegible en un gran cartel. Las ganancias son menores, pero el estrés también mengua. Y veréis como en 2021 hay más obras de nueva creación en la danza o el teatro, más vídeos, más discos nuevos… y menos ansia por rozar el rollo mainstream.
10. Mejores horarios = más diversidad de público.
De las doce de la noche, hemos pasado a las 20.30h, Es menos mediterráneo, o más europeo (según se mire) pero ayuda a que una parte de la población (los adolescentes, los que madrugan…) tenga un nuevo horizonte cultural a explotar. Al cerrarse todo a las 00.30h, la diversión se condensa. Y, a parte de la previsión, de una necesidad por parte de un público que antes sólo improvisaba y la falta de esa saturación de otros años, que dividía a ese mismo público, o lo clonaba, han dejado un debate abierto sobre lo que nos perdíamos cuando al terminar el dia ni siquiera sabíamos lo que habíamos hecho.
Hoy decidimos particularmente lo que queremos hacer. Éso requiere de un criterio, de un medio que te informe de lo que pasa y de un momento de reflexión previo y posterior que hace que valores en su justa medida si ha merecido la pena gastar tu tiempo y tu dinero en éso.
Nunca un verano tuvo tantos «sold out»s. Nunca hubo esta variedad de opciones. Hacía tiempo que no se valoraba tanto la cultura. Y más tiempo aún ha pasado, desde que los debates se saltaban la barrera de la endogamia artística. Aquí cuenta la opinión del público, la del político, la del funcionario, la del medio y, obviamente, la del artista. Y el simple hecho de que todas esos variados pensamientos se hayan puesto encima de una mesa, ya vale más que los 10 puntos de este artículo.
La cultura es un bien necesario. Algo que, por fin, la gente ha entendido.
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