Es difícil discernir si la noticia es que en Alicante haya un debate sobre cultura, o si la primicia se pierde en el contenido, en si, del debate. Siempre reclamamos diálogos y cuando los hay, al margen de tener un aforo testimonial (y normalmente entrado en edad), se repiten ideas que contradicen la premisa de Einstein de que «si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo».
- Ficha técnica de la mesa redonda AQUÍ
Quizá la endogamia nos prive de ir un paso más allá. Al fin y al cabo, acumular quejas individuales colapsan la posibilidad de que todos esos proyectos que tenemos crezcan a la luz de algo más grande llamado Alicante.
Llama la atención que, ni siquiera el Concejal de Cultura haga gala de positivismo y venda grandes éxitos, o proyectos notorios de esta ciudad como el Photoalicante, Abril en Danza, Circarte, FITCA, Muelle/Área 12, Festitíteres, Alacant a Escena, la Muestra de Teatro, Atiende Alicante, El Ros Film Festival, el Festival de Cine, el MOVA, la Feria del Libro, Alicante Noir… que hilados a la estabilidad que ponen en el día a día, las propuestas del MACA, el Arniches o el Aula de Cultura, la grandilocuencia del escaparate del MARQ o el ADDA, ó el martillo pilón de sitios como la SEU, Las Cigarreras, la Casa del Mediterráneo ó el Gil-Albert podrían ser un punto de partida positivo para hablar de cultura, de futuro y de realidad. Sin necesidad de ser el mejor del mundo, ni capital de nada.
Las citas célebres no esconden el desinterés de la parte técnica de la ecuación. O la ignorancia reconocida de alguien que ni viene de la cultura, ni militará en ella cuando se acabe este mandato. Y esto no va sólo por Manresa.
Las comparaciones son odiosas y que Pilar Tébar, parta de la difusión y de una serie de premisas estructurales para definir su proyecto en el Gil-Albert deja en evidencia la importancia del «Curriculum cultural» en contraposición al que, simplemente, es el último de la lista ganadora en las elecciones. (in)Conscientemente, la apertura del Instituto Alicantino de la cultura al resto de la provincia. O el hecho de transversalizar la cultura, no en el turismo aquí conocido, sino en la necesaria conexión entre instituciones, entre pueblos y entre elementos como el vino, el aceite o la Granada Mollar, hacen ver un hilo de conexión entre la apuesta de Manresa por la exhibición, que quizá no necesariamente parta de cosas tan poco originales como poner como abanderado del proyecto a una obra perdida en el verano del Circo del Sol.
«Los artistas malagueños no quieren lo que sus instituciones proponen como cultura». Y es obvio que aquí tampoco hay mucho entendimiento entre los que quieren comer de su arte y los que cobran de él en realidad. Eso no es un modelo. O, más bien, no lo hay, como bien apostilla Rogelio Fenoll.
Sin militancias. Ni amor por lo propio. La coherencia la pone Juan Antonio Ríos. Que pone el ojo en el público. O en la ciudadanía. «Cualquier tiempo pasado no fue mejor». Lo dice una persona que vive rodeada de veinteañeros que no han vivido, como él, la transformación de un país «más rico que hace 40 años, pero no más culto». Pero sí que existen en una realidad tecnológica que muchos de los presentes no entenderían, como nunca se comprendieron las grandes revoluciones culturales en su punto de partida.
Ahí, en la búsqueda de la casilla de la enésima salida. El camino. Convendría concretar en la simpleza de lo vivido la credibilidad. En su argumentación, Juan Antonio Ríos, habla de que «debería importarnos a todos, y a todas»: que una exposición tenga libreto, que uno pueda ver una obra en el Principal sin balancearse, o que un poco de orden (traducido, de acuerdos entre instituciones) facilitarían el día a día de los que, simplemente, somos amantes del teatro, de la literatura, de la música o de la danza.
El tedioso turno de preguntas es un dejavú del eterno «qué hay de lo mío». Quizá lo más interesante de los ruegos, data de poner cierto énfasis en convencer de la importancia de enamorar de cultura a las nuevas generaciones. De la cultura, de la historia, de la buena vecindad, de respeto por el patrimonio y por referentes olvidados como Sempere.
Lo de siempre, buenas palabras, buenas intenciones, pero poca lucha para una ciudad que se enfada cuando habla del Ideal, o del archivo inaccesible de la Fundación Mediterráneo, pero que no se manifiesta para hacer ver ese cabreo. De una ciudad que ve cerrar bibliotecas, cines y teatros y continúa impasible, sin preguntarse si el problema es que no hay lectores, o aficionados al teatro, o falta divulgación, difusión… interés, o si el problema real es que le ponemos el trabajo fácil a los que hacen, y deshacen, aún reconociendo abiertamente que no tienen ni puta idea.
Tendemos a culpar de todo a las instituciones. Pero si hay algo obvio en estos debates, es que la autocrítica es una condición sine Quanon para cambiar las cosas. Éso, el debate, el necesario entendimiento, la credibilidad y la capacidad de ordenar algo que tiene mejor pinta y más idiosincrasia que lo que los vejestorios que no permiten el relevo generacional entienden como realidad única.
Es un buen comienzo. La pena es que esto no sea un foro estable, para que más que conclusiones, pudiéramos idear un plan cultural. Con o sin políticos. Una lista de mínimos a las que todos los partidos se comprometieran en las siguientes elecciones. Y esas cosas que, sin ser Málaga, y sin tener el presupuesto que merecería la cultura, se pueden hacer.
Por cierto, Jorge Olcina cerró la cita, con un guante tendido a la intermediación entre instituciones a través de la Universidad. Creo que no lo he dicho, pero la mesa redonda fue en la SEU, algo que demuestra que tenemos una Universidad implicada, activa y militante. Quizá, el espejo en el que otros no se quieren mirar. O, tal vez, la parte técnica a la que la ecuación imposible de esta utopía se pueda abrazar para dibujar un futuro mejor para Alicante y para su cultura.
pd: Aunque toda esta gente no lo sepa, hay más de 3 eventos culturales al día (unos 200 semanales), una AGENDA que lo abarca todo y hay más periodismo que el de los recortes de los periódicos que llevaba encima José Ramón Navarro y ocupa menos, porque cabe en un móvil. Igual que hay nuevos creadores, espacios, nombres a tener en cuenta fuera de la «cultura esnob» que, básicamente, centra estos debates.
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