El rey lagarto tiene descendencia en España, se llama Ángel Stanich y lo que su barba hirsuta no nos deja ver, lo podemos intuir en su música. El camino acido, esta vez, trajo su rock sureño cantabrovaisoletanomadrileño hasta Alicante y llenó la vetusta sala Stereo de hipsters entrados en años, amantes del rock, que añoran sus melenas, y cuatro borrachos que dieron la noche a los que hace tiempo que no sufren las inclemencias de un pogo.
Todo empezó con un amanecer, caníbal (para más señas). Las indias y las víctimas en carne viva, empezaron a copar las primeras filas. Como no había absenta, ni peyote, nos pedimos unas Budweiser y degustamos el momento cantautista, antes de que el resto del grupo se incorporara a la fiesta. Con Mojo todo empezó a quemarse, echamos de menos a Robert Johnson y jugamos, mentalmente, a ¿Qué quieres ser hoy? Gimli empezó a ponerse cachondo y nuestras caderas de Fraga empezaron a bajarle la cremallera al fin de semana y puestos a hacer el amor con el Rock & roll, elegimos a Miss Trueno 89, porque los riesgos no nos asustan y echamos de menos los tiempos en los que las baladas se bailaban meneando los mecheros en el cielo.
En el cruce, optamos por el tequila para ver si éramos capaces de ver anfibios y las tetas que, supuestamente, le han salido a Morrison. Hablando del líder de The doors, el When the music is over, fue la introducción perfecta al camino ácido de los ángeles caídos con cultura de club. Para entonces, Víctor L Pescador ya se había puesto la careta de Krieger y el olor a toro empezaba a evidenciar que la gente se lo estaba pasando en grande. O quizá fuera que no había sitio ni para un puto alfiler. Al que no vimos fue al Correcaminos, que debía estar acojonado sabiendo que el Coyote andaba por ahí tomando cervezas con un chamán, un chacal, un enano rabioso, una poeta fotógrafa y algún representante circular.
La parábola del hijo de Dios nos recordó el enrevesamiento lisérgico de pasados setenteros. Escuchamos una canción nueva, antes de ratificar que el rock, aún, no ha muerto, deleitarnos con la distorsión, los ritmos caníbales de Moreno desde la Batería y un orgasmo en forma de viaje en el tiempo, hasta el «hurdy gurdy man» de Donovan en inglés puro. El profesor Vielba estaría orgulloso de sus avances con la lengua de Shakespeare. Tanto, que aplaudiría que, su corta carrera, carbure a pesar de las dudas y las combustiones etílicas de algunos.
Tras un receso de toallas, canciones instrumentales y gritos unánimes de «Otra otra», Alex Izquierdo, el bajista, nos enseñó a hacer los coros «sibit sibit» de El río, nos mojamos, desafinamos y nos calentamos lo suficiente para que «Metralleta Joe» acabara de redondear una noche de jueves intensa, divertida, ácida e irrepetible.
Anónimo dice
Rebueno no sé quien se metió más ácido Stanich o el cronista jiji