Nunca se me ha dado bien la química, pero estos días he vivido en mis carnes toda la deflagración de experiencias que no me ha dado tiempo a digerir estos últimos meses (formación, paternidad, avistamiento de la luz al final del túnel, estrés acumulado…). Mi entorno me lo avisaba diciéndome que estaba más cascarrabias de lo habitual y mi cuerpo demandaba un descanso que ignoré hasta que se ve que ha reventado todo: cerebro, brazo izquierdo, nervios, sistema inmunológico… y me ha dicho: «chaval, seas o no autónomo, te toca pasarte una semana en la cama».
No os voy a engañar. Me ha venido bien. Porque cuando uno entra en la vorágine en la que yo estaba sumido, deja de paladear los momentos, para pasar a, simplemente, acumularlos. Acumula tanto que, de repente, sientes que el síndrome de Diógenes te ha poseído y acumulas basura tóxica. Y de la basura es mejor desprenderse cuanto antes.
Vaciado el contenedor se ve todo más claro y como me ha venido bien poder pensar he decidido hacer caso a mi médico y voy a ser un poco más positivo y, de paso, a bajar el listón. En los últimos meses he recibido un montón de propuestas que he aparcado por la obsesión de que ésto de Alicante Live funcionara. Y quizá, viendo la respuesta que aquí recibo de Ayuntamientos, agentes y artistas, es hora de escuchar proyectos que sí que tienen la implicación, el dinero y las ganas que aquí no encuentro por mucho que haya buscado mil fórmulas para enfrentarme al vacío imperante.
Como hemos cumplido con creces, los números que preveíamos para el 2019, vamos a aprovechar este mes y medio que queda para acabar el año, para estudiar ofertas, estudiar la viabilidad de proyectos y para hacer unas cuantas encuestas para saber qué es eso que tanto disgusta a determinados agentes de la cultura alicantina.
Así que si me encontráis un poco menos pesados de lo habitual, es porque estoy tratar de recuperar el paladar selectivo.
Atentamente,
Jon López, director de Alicante Live.
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