Siempre hablan de su miedo a los extremos, pero parece que los viejos partidos también se han contagiado del populismo que tanto critican. Y lo malo es que gobernar con la necedad por bandera va en detrimento del avance, por un lado, y del respeto a la historia, la de verdad, no la que a uno le conviene, por otro.
Es obvio que la vida de un político depende de los votos. Y que hay masas estúpidas a las que una arenga les motiva para proceder al aplauso fácil. El problema es que tras la adulación llega la realidad. Y en ella está el balance que, más temprano que tarde, se hace de la gestión de ese político.
Si tuviera dinero, y acceso a regalárselo, le compraría a Barcala, a Carlos González, a Toni Pérez, a Mazón, a XImo Puig, a Julia Parra… y a todos los políticos, y políticas, de esta provincia, el libro «El buen antepasado, cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista» de Roman Krznaric. Seguramente, si lo leyeran, nos evitaríamos un montón de declaraciones basura y decisiones que únicamente pretenden contentar a unos cuantos descerebrados.
Es cierto, por desgracia, que si un mal se extiende en esta tierra, es la dependencia que los consistorios tienen de «LA FIESTA». Muchas veces la obnubilación que esta provoca, deja de lado cuestiones más prácticas, e importantes, como el cuidado del patrimonio, la cultura, la educación… y el populismo invade debates serios, que se resumen en titulares (muchas veces sesgados y falsos) que sólo valen para autodestruir un criterio político, una verdad irrefutable y un futuro en el que nadie piensa en realidad.
Y ahí, en el legado, el aplauso de hoy se transforma en necedad futura. El aliento, en error. Y la estupidez en caricatura del olvido.
Yo entiendo que toda decisión tiene una consecuencia. Pero no hay porque quedarse sólo con el resultado negativo. Al fin y al cabo, ni las fiestas, ni la cultura, ni el ocio de ninguna de nuestras ciudades son todo lo perfectas (y mucho menos sostenibles) que algunos presumen. Y, justamente, en esa obviedad que convierte en cambiable los aspectos más discutidos, puede hacer de lo impopular, un debate y de la discusión, una fiesta, un comercio, una organización y un futuro mejor para todos.
Porque, aunque es una pena, conviene no olvidar que uno no gobierna solo para una parte de su ciudad. Al revés, justamente, y tal como están los tiempos, la parte convencida, rara vez va a poner en duda una decisión de su gurú. Por eso, sólo pasan a la historia los que se arriesgan a dudar y los que convencen con datos y con hechos. Al resto, esa misma historia les reserva el olvido o el juicio objetivo que saca a la luz todo lo que hoy nadie se pregunta, o lo que, por interés, se oculta.
Pronto hay elecciones y algunos creen que ganarlas vale más que una fuente de 1930. Es más fácil tirar «pa alante» (como los de Alicante) que poner encima de la mesa estudios que desaconsejan que la mascletá tenga lugar alrededor de Luceros.
Es un ejemplo más. No vas a perder votos por hacerla en el Puerto, en Garbinet, o en una plaza de esas a las que le robaron las historia con excavadoras. El comercio que pierden unos, lo ganarán otros, el turismo será el mismo, Mahou seguirá poniendo mucho dinero en ayudar a promocionar le¡s Fogueres, las barracas seguirán funcionando igual, las hogueras arderán en la noche de San Juan (en castellano para que los catalanofóbicos no se molesten)… pero la historia te recordará como el alcalde sensato, en lugar de como el gilipollas que «por sus cojones» acabó de cargarse la fuente de Daniel Bañuls.
Las mascletás forman parte de la idiosincrasia de la fiesta. Pero eso no significa que Luceros sea su casa, o que perderían trascendencia fuera de esa plaza. Hay una diferencia entre lo que pretenden hacernos creer y lo que es. Y eso, un alcalde, debería saberlo. Más allá de quien lo exija, o quien lo denuncie.
La fiesta, aunque algunos se la apropien, es de todos. Igual que la ciudad y su patrimonio. Hay unas leyes que cumplir, una historia que respetar, toda, y unas indicaciones técnicas que tener en cuenta, aunque vayan en contra del compadreo imperante en el junio alicantino.
Lo demás, es populismo. Justamente, ese que tanto le duele cuando quien lo practica es su «contrario» o el partido que va a robarle votos en las próximas elecciones.
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