Hace unas semanas, la organización del Spring Festival se puso en contacto conmigo para ser jurado de la tercera edición del EMERGE. Resulta curioso como, a veces, un juicio a algo, en este caso, a las escena musical alicantina, se transforma en una regresión autocrítica. Un aprendizaje inesperado y la confirmación inequívoca de que todos nos hacemos viejos y aunque podemos adaptarnos en mayor, o menor medida, a lo que tenemos a nuestro alrededor, no resulta fácil separar tu trayectoria y tus gustos, de lo que las nuevas generaciones gestan a fuego lento.
Mi realidad como juez
Son otros tiempos. Otros lenguajes. Otros estilos. Otras formas de comunicación. Y en todo esto, debo admitir que ya no soy un experto. Me quedan restos de transgresión, pero ya no tengo 20 años y mis vínculos con la ruptura van más ligados a lo que le espera a mi hija, que a lo que yo puedo aportar.
Además, empiezo a estar viciado por el conocimiento acumulado. Y como pasa con una botella, si quieres meter nuevos contenidos, tienes que vaciar vivencias, historias o puntos de partida que siguen enrevesándose en lo que, como todo, pasa de ser alternativo a comercial, o de nuevo, a usado, o de virgen a «re-follado».
En general, los viejos tienden a poner sobre la mesa sus experiencias para dar credibilidad a su movilidad reducida de gustos. Aunque es justo esa senectud la que hace que prefieras la nostalgia que acumular una nueva primera vez. Y eso no es algo bueno para alguien en un juicio.
Y en estas tesituras contradictorias, procedí a escucharme las propuestas de unas 100 bandas, tratando de obviar toda la parte subjetiva del juicio. En la balanza, primé el rupturismo, lo diferente, la parte proporcional de emergencia y trayectoria, los mínimos de técnica puesta en el trabajo, la parte de pasión de la explicación. Esa parte, unida al resto de jurado ecléctico, derivó en tres finalistas: Finde Fantasma, Maze y Marsol & Nashira.
Las nuevas tendencias
Lo diferente tiende a darnos miedo. Y en este mundo de Fake News las exageraciones sobre cómo vienen las nuevas generaciones, están a la orden del día. En realidad, no son tan diferentes a nosotros. Quieren romper con todo, lo hacen a su manera, se equivocan como nos equivocamos nosotros, renegarán de muchas cosas y sentirán orgullos de otras. Ni más, ni menos. La pena es que ahora nos toca observar la revolución desde la barrera.
Su ventaja es que han sido educados en un clima de negatividad, derivado de crisis económicas, climáticas y de otra índole. Y ese es el punto diferente, o reciclado, de épocas que las generaciones acomodadas no degustaron, ni valoran. Eso y que hay más libertad, aunque no siempre la usen bien, y una tendencia irremediable a probar cosas diferentes y a ponerse en posturas enfrentadas, que ayudan a recorrer caminos, o a correr despavoridos hacia el lado que, normalmente, si tienes autocrítica, te decepciona.
El Concurso
En Alicante hay más de 300 bandas activas. Unas pocas consolidadas, muchas estancadas y envejecidas, demasiados grupos de versiones… y una parte muy reducida de EMERGENTES. El concepto en tela de juicio es complicado de definir. Más a día de hoy, y teniendo en cuenta que ya no necesitas una discográfica para cambiar de roll, ni grabar un disco, o tocar en un festival es suficiente argumento para que decidas dejarlo todo para cumplir «tu sueño».
Objetivamente, el 70% de las bandas que se presentaron no eran emergentes, ni por edad, ni por falta de trayectoria, ni por aportar cosas diferentes o nuevas. Aunque algunos no lo sepan, el indie pasó de moda hace ya unos años. Y cantar canciones de amor, está bien para tocar en Cadena Dial, pero la copia o la búsqueda del camino rápido arranca de cuajo la parte «saliente».
En esta disyuntiva, el corte (al menos en mi caso) lo pasaron, exactamente, 11 propuestas. Eché de menos otras, pero no todo el mundo tiene porque presentarse a un concurso como este. Las ordené, me quedé con 7 y las puse en un orden basado en mis gustos particulares.
En esa selección estaban las 3 bandas finalistas junto a una mezcla de propuestas de electrónica, rap y neo-pop. Todo muy ecléctico, o diferente. Cosa que no ayuda a que haya una escena vinculable, pero que hace bueno el dicho de que «en la variedad está el gusto».
Los primeros en saltar al escenario de Mahou, de la Plaza Séneca, fueron Finde Fantasma. Hace 6 o 7 años hubieran ganado. Pero la propuesta muy pop, técnicamente bien tocada y con otros vuelos atados al «intramuros» no era lo transgresor, o alternativo que el jurado esperaba. Aunque no dudo que como Gran Angular, Olivia, Sienna, Mailers, Belona… encuentren una salida más fácil que la que otras bandas pueden tener. Estuvieron listos tocando «No lo entiendo», «me voy a romper» ó «cataclismo», se vendieron a la perfección, pero, porqué no decirlo, les perjudicó el salto de edad, y de generación.
Marsol y Nashira también venían con disco nuevo bajo el brazo «respete». En simpatía y show ganaron de calle. Aunque forzaron demasiado el «contentómetro» con esa mezcla de balada, con malabares, banderas lgtbi y «look moderno motomammy». A alguien acostumbrado al guitarra-bajo-batería, le chocan estas propuestas de play, baile y rapeo. ¿Con qué te quedas? ¿el directo? ¿el show? ¿la forma de implicar al público más joven? ¿la diferencia que le echamos en cara no tener a Finde Fantasma? ¿la parte inclusiva?
Para mí tienen un largo camino de recorrer. Y justamente por eso, pueden hacer gala del adjetivo emergente. Me gustaría pensar que pronto los veré tocando en shows que no puedan confundirse con un baile de fin de curso. Porque la música que hacen, bien vendida, tiene su punto. Y creo que los dos protagonistas del grupo tienen carisma de sobra para comerse muchos escenarios. Sobre todo cuando entiendan que ni se puede contentar a todo el mundo, ni abrir el abanico es una buena opción cuando tienes cuatro canciones para hacer tu carta de presentación. Les veo un interesante futuro si no venden su frescura al mejor postor.
La última propuesta fue Maze. Seguramente, no tuvo su mejor día, ni eligió sus mejores canciones… pero en la parte objetiva del jurado, uno debe tener claro el tiempo de preparación, el margen de mejora y sobre todo el talento. Siendo claros, la actuación no tuvo que ver con el impacto de Noby el año anterior, por ejemplo. De hecho, muchos decían luego, que no era bueno que las dos últimas ganadoras se parecieran tanto. Pero a veces, un solo foco, ayuda a que centres tu atención, o a que no te distraigas.
En realidad, las dos ganadoras sí que eran muy diferentes. De hecho, la del año pasado (Noby) estaba en el jurado, a mi lado. Debo reconocer que me impactó la timidez de ambas. Quizá quise buscar una parte de rupturismo a través de la palabra, de los acordes, o de lenguajes que, subjetivamente, mi cabeza entiende mejor. Mi cuerpo digiere mejor el folk, o quizá me identifiqué mejor con un show más «qué pinto yo aquí», con realidad de modestia, simpleza en el buen sentido y, como Marsol y Nashira, un gran margen de mejora: en el acompañamiento, en el desacomplejamiento inevitable y en el reto inequívoco de tener que llenar todo un escenario del Spring Festival.
Dudas hubo muchas. Pero ceñidos a la parte estrictamente emergente, Maze acabó imponiéndose en la votación. Quizá nos equivoquemos, o más bien, el gusto particular, no tiene porqué parecerse al global. Pero en estas cosas, esos pequeños detalles son los que hacen que gane una, u otro.
La única realidad es que se agradece el buen rollo entre los tres participantes y ver cómo disfrutaron cada momento, los nervios y todas esas cosas que hacen que un concurso tenga continuidad. A ver si el año que viene, salen a la luz propuestas más ocultas, más jóvenes, nuevas y diferentes agrandando la parte emergente de la escena alicantina. Yo no la juzgaré. Pero espero disfrutarla.
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