No soy católico (gracias a Dios), ni entiendo la devoción que en algunas personas despierta la Semana Santa. Discutiría el gasto público que supone, los dolores de cabeza que me provocan las procesiones, incluso, porqué a estas alturas seguimos sin ser un país laico.
Pero hoy que el confinamiento deja a fieles, cruces y vírgenes confinados solos en sus «iglesias» siento la empatía que me gustaría que los que no «consumen» cultura tuvieran cuando hablamos de festivales de música, cine y teatro, ferias del libro, conciertos, obras, recitales… y las pérdidas derivadas de las suspensiones de todas ellas.
Hoy entiendo que tengo en común con los cofrades el trasfondo de la pasión. Quizá no compartamos ídolo, ni ideología. Tal vez nos peleemos por los mismo fondos, por sentar precedentes para tener determinados derechos. Es posible que el ruido y los cortes de calle que me molestarían a mí hoy, les moleste a ellos cuando sea un concierto el que te hace acostarte más tarde.
Yo no soy un devoto, pero he sabido disfrutar pasos de Semana Santa en Sevilla y en Alicante, unirme a la fiesta, entender que genera ingresos para comerciantes, imagen para la ciudad, turismo… por eso hoy comparto pena con tod@s los que han cambiado la fiesta de hoy, por la responsabilidad de cumplir con deberes superiores.
Ojalá cuando llaman a la policía para quejarse del ruido, pensaran lo mismo que hoy pienso yo. Todo sería más fácil, menos egoísta y, sobre todo, nos llevaríamos mucho mejor.
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