Dinamizar un pueblo con cultura. Esta premisa básica que debería ser la base de muchos programas políticos, es lo que hace Eventos Danra, cada vez que monta uno de sus saraos itinerantes en una plaza.
En esta tierra en la que se tiende a hacer las cosas rápido y mal, todavía hay gente que sabe diseñar, difundir y hacer bonitas las cosas. Y el resultado es un ápice de luz convertido en rentabilidad, en Guardamar, en Alicante, en Torrevieja, en Elda… o, en este caso en Sant Joan.
El éxito es la consecuencia de una previa bien llevada: carteles en sitios estratégicos, un diseño atractivo, un programa con un aliciente diario…y buena difusión para encargarse de que todos veamos que esto es algo que vale para todos los gustos y todas las edades.
Al llegar, te encuentras un halo de luces de verbena que van desde las Foodtrucks hasta la barra y desde el escenario has el mercadillo sobrevolando un número suficiente de mesas para que quien quiera comer, o beber, no tenga que hacerlo de pie. El fondo de las furgonetas es muy de foto de Instagram: colorido, con carteles con un lettering cuidado y la sonrisa generalizada de quienes, incluso en los ratos de agobio, saben que la felicidad es la base de que una arepa, un costillar, una hamburguesa vegana o unas simples patatas fritas te sepan a gloria. Ahh y basureras, 3, porque el adjetivo sostenible tiene una importancia que en estos lares no es lo habitual que debiera.
En la barra se nota previsión. Aquí no está la cerveza caliente, hay camareros suficientes para que no se monte cola, incluso detalles buenos como un vermut decente que le dan un plus al asunto. Hay operarios recogiendo la comida de los «dejados»… Y en los stands: ilustraciones de Bowie, vestidos, detalles artesanales y más sonrisas.
La rizada de rizo llega con la programación. Talleres, para que los padres se tomen el vermut mientras sus hijos se entretienen. Un dj que sabe que está en Sant Joan y que aquí, los ochenta aún tiene su aquel. Hay conciertos, cultura autóctona, un buen rato con Pablo Carbonell, sinergias con «las cosas del Poble»: el Petit Teatre, el mercado del Sábado, las matinales preadolescentes de Llibres Chus, que te dé tiempo a ver el concierto del Euterpe… «sólo faltó un puesto de fruta (o de ensaladas)» para que la fiesta fuera completa.
A destacar la hora y media de risas que nos pasamos el viernes con Pablo Carbonell. Se hecha de menos ese humor ácido de otras épocas en las que se podía exagerar sin que cuatro gilipollas sacaran de contexto la broma. Esta parte de la legión de profesores de aquella escuela televisiva llamada «Bola de cristal» que nos crió a la mayoría de los allí presentes, nos hizo reeditar tiempos en los que la corrección no tenía porque ser una constante. El humor negro gana por goleada al blanco, aunque este último tenga más audiencia narcotizada, y si se entremezclan ironías, con pamplinas y recuerdos. Pues puedes reirte de Teruel, de Ubrique, de Calamaro, de las drogas y de Raimundo Amador sin necesidad de hacer un drama, sin esmoquin, pero con guitarra y con clásicos, por si algún reggetonero con sentido del humor, se acercaba.
De ahí el aplauso unánime al que se arriesga a medir tu inteligencia y a quien lo pone ahí, en vez de optar por cualquier gilipollez repetitiva moderna.
A veces, la diversión es simple y consiste en desconectar riéndote, hacer un poco de vida social y comer bien. Y de esas tres cosas va sobrada la gente de Alacant Street Food Market. A ver si algun@s toman ejemplo…
Deja una respuesta