Julia Parra, vicepresidenta de la Diputación y diputada de Cultura, va a tener mucho trabajo en los próximos días. Tras el COVID-19 la Diputación va a tener que dejar de ser ese elemento híbrido atemperado que se mantiene al margen de todo.
Sin Hogueras donde hacerse la foto y sin guiris a los que repetirles la retahíla del sol y la playa, ha llegado la hora de que, de una vez por todas, se solucione el problema de la cultura en la provincia de Alicante. Si se pone en medio y se limita a gestionar todo lo que le van a ir pidiendo, saldremos todos beneficiados, porque es obvio que hay infraestructura, contenido, capacidad de crear y una ventana abierta a la profesionalización de los artistas. Y tiene una ventaja: esta vez no hay prisa.
Es hora de abstraerse de la luz cegadora de los votos y ver los puntos en común que todos los demandantes tienen para elaborar un calendario serio, descentralizar la acción, exigir a Valencia lo que nos corresponde por número de habitantes y obviar la cota de los cuatro años, para que el cortoplacismo dé paso a una gestión correcta de los medios físicos y económicos que las localidades (grandes y pequeñas) que conforman esta provincia, pueden aportar. Y ahí, igual que le exigimos a la señorita Parra, apretaremos para que la oposición haga algo más que cobrar un plus de Diputación.
Las Artes escénicas, primero:
Una reunión simple partiendo de la base que os contábamos en hace unas semanas, en la que los profesionales del Circo, la Danza y el Teatro, exigieron «la elaboración de un catálogo de Artes escénicas profesionales público para potenciar y facilitar la contratación por parte de municipios de la provincia» y «la creación de un centro de producción provincial de las disciplinas. Interesante. La otra: propuesta (no tan imprescindible) fue la celebración de un festival de artes escénicas en otoño.
La respuesta no fue del todo la esperada, porque como ya le pasó al Ministro de Cultura, es fácil decir que «son tiempos difíciles para todos» o que «hay otras prioridades». Por eso, si algo hay que cambiar en esta ecuación, que los más veteranos nos sabemos de memoria, es las palmaditas en la espalda por dinero y las buenas palabras por compromisos concretos.
Ésto no ha sido más que la apertura de la temporada de las peticiones. La música tiene las suyas, las artes plásticas, también, igual que el cine, la gastronomía, el deporte o los hosteleros. Pero aquí, más que una cuestión individual, deberíamos plantear el asunto como un bien global. Festivales, de todos los géneros, hay a patadas, igual que espacios repartidos por la provincia. Quizá la clave sea trazar un plan para llenarlos de contenido de calidad, rentable y, claro está, local.
Más que utopías, hay que plantearse que puede ofrecerle la cultura al Comercio, al turismo, a las fiestas… y viceversa. El cambio de concepto viene de la defensa de la dignidad y de la capacidad que todos estos campos y las instituciones tienen de contribuir a que la precariedad y la subvención-dependencia pase a mejor vida.
Julia Parra tiene una ocasión histórica para sentar unas bases diferentes. Pero claro, para eso hay que saber qué dar, a quién, y qué se puede exigir a cambio. Ella está en medio de todo. Y en sus manos está entender que la cultura da más réditos de los que sus predecesores han querido recontar. 6 meses de debate pueden ser una oportunidad para cambiar las cosas y tras esta crisis que tanto daño ha hecho a la cultura, somos muchos los que estamos predispuestos a arrimar el hombro para convertir los mil borradores individuales en un proyecto común.
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