Como vasco, he pasado una gran parte de mi vida estigmatizado por ETA y sus barbaridades. Unamuno decía que el fascismo se quita leyendo y el racismo: viajando. Y ahí, en el hecho de no vivir metido en tu burbuja, encuentras el reflejo de la vergüenza que un hecho determinado eclipse todas las bondades de una sociedad.
De nada vale aconsejar que para hacer un juicio de un asunto, es conveniente hablar con todo el mundo. Porque mi realidad en el País Vasco se parecía poco a la «versión oficial» de la serie Patria. Imagino que tiene que ver más con mi forma de ser que otra cosa. Pero ayer respiré hondo, y a gusto, cuando vi publicada la carta de muchos terroristas pidiendo que se acabaran los «ongi etorris». No porque no te pueda alegrar volver a ser libre, sino porque hay un respeto que guardar a la familia de tus víctimas, aparte de no dar argumentos, para que determinados energúmenos con acta de diputado se sigan agarrando a un pasado de hace más de diez años, para no hacer su trabajo.
El caso es que me fui a celebrarlo con unos cuantos amigos, que me preguntaban sobre mi realidad. Y tras una larga conversación, me han dado ganas de utilizar los perjuicios y la generalización injusta que ETA ha supuesto, para trasladarla a mi día a día en Alicante.
Aquí nadie mata, por suerte. Pero los que viajamos cargamos con el peso de la mediocridad y la acepción de la RAE que define alicantino como «Treta, astucia o malicia con que se pretende engañar». Como en los tiempos de ETA, aquí hay gente que vive en su burbuja y crea su propia definición, o niega la mayor disfrazando el engaño de algo lógico, normal y necesario. «lo haríamos todos»…. sí, todos los que viven metidos en una pompa en la que se han normalizado la treta y ha llenado de recelos las rutinas de los que vivimos fuera de ella.
En el «negocio» de fuera de la terreta, nos ven como fenicios. Gente sin palabra. Cuesta poco que los pelotazos y los políticos de precio barato formen parte de la generalización. Pero a mí, me ha costado muchos negocios el hecho de, supuestamente, formar parte de eso.
Yo sé que no es del todo cierto lo que de nosotros se dice, pero tampoco sale nadie a desmentirlo. Y es raro, porque no somos pocos los que sufrimos ese estigma, como en otra época yo padecí que me llamaran etarra por ser vasco.
Como entonces, pongo mucho énfasis en huir de definiciones que no se corresponden con mi día a día. Pero es complicado arrancar de raíz un lastre que en muchos casos está institucionalizado, normalizado y hasta es defendido por los que fuera del chabacanismo no tienen forma de vivir.
La moto se vende una vez. Quizá por eso algunos defiendan tanto ese turismo de paso y sin arraigo. Pero tu treta queda ahí como propia de una sociedad. En vez de criticar al resto, empecemos por desestigmatizarnos dando una visión más seria o real en la práctica. Nosotros lo intentamos, denunciando día a día, lo que va en contra de nuestra evolución, de la cultura y de la sociedad en general.
Es hora de eliminar el dinero negro, los mensajes llenos de humo, los titulares basados en supuestos (no en hechos), la desconfianza, la calidad de mercadillo barato, el turismo de sol y playa… somos mucho más que todo eso. Yo lo veo todos los días y me cruzo con gente tan cansada como yo de sufrir ese estigma y callan porque creen que en su entorno lo chocarrero es mayoría. No es verdad. Somos más empáticos, educados, disfrutones y trabajadores de lo que nos pintan. Y, en realidad, aunque los otros griten más, o tengan más poder, nosotros tenemos la ventaja de ser mayoría. Y algún día, tendremos que utilizarla para cambiar las cosas.
O, al menos, eso creo yo.
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