El Covid 19 ha dejado a las claras la fragilidad del mercado laboral español. Menos los políticos (muy solidarios ellos con su sueldo íntegro) y los funcionarios, el resto del país está temblando. Los trabajadores sufriendo ERTES, los grandes empresarios pagando deudas, los pequeños, buscando soluciones imaginativas para no tener que bajar la persiana, los autónomos, como siempre, ahogados… y los artistas y los reyes de «la picaresca en negro» con el frigorífico vacío.
Pones las noticias y cada cual tiene su queja: Que si las medidas que están tomando nos van a arruinar, que si mucho blabla, pero me han cobrado la cuota de marzo y la de abril sin haberme pagado ayuda alguna, que si cómo voy a asegurar un puesto de trabajo si ni siquiera sé si voy a poder seguir con mi actividad… en fin, que vuelve la crisis, la incertidumbre y la vuelta a los cojones/ovarios por bandera para que esta historia no se ennegrezca aún más. Los Capitalistas y los liberales estarán contentos con lo efectivo que es este mercado que encima, engorda los precios de los productos básicos en pleno crac.
Quizá hoy, sí que muchos de esos que reniegan del efecto de una manifestación saldrían a la calle a quejarse. Lo malo es que el 1 de mayo también tiene su dosis de generación de mala hostia, con la «pertenencia» y los colores de unos sindicatos a los que, aunque nadie les niega un papel fundamental en esta crisis sanitaria, siguen tratando de monopolizar la reivindicación excluyendo a quienes hace tiempo que no creemos en los políticos y la lamida de culos típica de: patronal a la derecha y los sindicatos a la izquierda.
Hace años que tenemos más miedo que ganas de escapar de la precariedad. Si a los trabajadores de los astilleros o a los mineros de principios de los 80 les hubieran recortado lo que nos han robado a nosotros, hubieran quemado las calles y le hubieran cortado la cabeza a más de un mandatario o intermediario de pacotilla. Pero claro, este sistema paniagua a cuatro zoquetes, obliga a hipotecarse a quien emprende y el resto, sin formación, sigue peleándose por uno, dos o tres trabajos que le permitan pagarse la hipoteca, el fútbol, internet y todos esos «gastos superfluos» que todos tenemos.
Ahora vuelven con la cantinela de «arrimar el hombro». Y los hay que llevamos arrimando el hombro desde que nos pagamos la Universidad (cada vez más cara). Mejor formados que nunca, tuvimos que trabajar de camareros, jardineros, cocineros o lo que saliera, porque no había trabajo para todos. Cuando te reinventas, te sangran por todos lados, y cuando encuentras una estabilidad, llega la crisis que la derecha palía con recortes e impuestos y la izquierda regalando pagas a cambio de nada, sin mirar a quien se las da, porque claro, todos conocemos a gente que con los 400€ de Zapatero se compró un bolso, o se fue de vacaciones, y ahora hay cola para recibir los 500€, que sí, que van a ayudar a muchas familias necesitadas, pero también van a redondear el sueldo de todos esos que trabajan en negro, o los que tienen la capacidad de permitirse el lujo de no currar porque sus parejas ya traen a casa un sueldazo. Y con todo lo que hay por hacer, sería tan fácil, como obligar a (re)formarse a quien está sin quehaceres para cambiar el modelo de «negocio», o darle un puto trabajo en toda esta supuesta reconstrucción incipiente.
Todos vemos los problemas, pero aquí nada cambia. Se cometen los mismo errores, se convocan siete elecciones en cuatro años, y cuando nos cansamos de unos, dejamos que los otros se rían de nosotros, y viceversa.
Hoy no vamos a poder salir a la calle a manifestarnos. Pero quizá, por una vez, no deberíamos tener memoria de pez e igual que estamos retrasando fiestas, festivales… deberíamos guardarnos un par de manifestaciones para ya que todos vamos a tener que empezar, no de cero, sino de más atrás, les cojamos del pescuezo a esos mamarrachos que viven de hacer el ridículo, les quitemos sus pagas vitalicias y sus sueldos millonarios y los traigamos, también, al puto fango en el que llevamos, no 48días, sino más de 20 años.
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