Cada festival es una nueva aventura, o así es como he vivido siempre la autogestión de las emociones de enfrentarme a tres días seguidos de música: unos 25 o 30 conciertos en 72 horas, reencuentros, brindis y, sobre todo, esa extraña sensación de independencia que sólo obtienes cuando la música empieza a sonar.
Antes, todo el ritual: proceso de mentalización, hacer maletas, organizar la forma de llegar, check-in en el hotel, pulsera… y los imprevistos que esta vez hicieron que llegáramos casi dos horas más tarde de lo esperado a Benidorm.
En un festival no hay conceptos cuadriculados que valgan, lo previsto está bien como punto de partida pero la realidad allí dentro hay que vivirla según surja y aquí Hannibal Smith y su tip sobre lo bien que van a salir los planes sirve lo mismo que un móvil sin batería.
Así que el principio femenino de la noche acabó limitándose a media hora de Christina Rosenvinge para aplacar los ánimos, ubicarnos y relajar el estrés acumulado de una larga semana, escuchando canciones de «Un hombre rubio». Fue divertido jugar a buscar las 7 diferencias entre el concierto acústico que dio hace justo un año en el Castillo de Santa Bárbara, y esta versión con banda con el eclipse de sangre forjándose detrás de nosotr@s.
La música es un generador de paz. Hay artistas con el don de apretar las teclas de tu sensibilidad y no sé muy bien como lo hace, pero esta rubia con ascendencia vikinga tiene el puto don de arrancarme de cuajo los males con un simple susurro.
Al acabar el concierto saludamos de lejos a La Bien Querida y con el recuerdo del Spring Festival como Banda Sonora, nos fuimos a cenar algo y a acabar de completar el cuarteto de Lowers que habíamos formado para la noche del viernes.
Acabando de dar buena cuenta de una pizza carbonara y un pollo Cajún, perdí el primer debate de la night. Me quedé sin concierto de La Plata, porque no se puede discutir con una gallega con morriña ferreira. Y como mi lado oscuro estaba aún adormilado, nos fuimos a ver a los señores Ferreiro (Iván y Amaro) y el resto de la banda, casi desde la primera fila.
Todos los que nos rodeaban tenían la postura de abrazo úcubo con gallina de piel y cierta dosis de romanticismo incitándote a cantar estribillos, letras que por muchos años que pasen no se te olvidan y recuerdos rimados con extrema Pobreza, viajes de Chihiro, vacaciones de verano en el pueblo, casas y ¿cómo no? un toque de años 80 que sirvió como acicate de lo que estaba por venir.
La tercera parada nos llevó al escenario Matusalen. El Señor Boba tenía el cometido de subir la intensidad de la noche. Empecé a darme cuenta que el concepto hipster ha dejado paso a una especie de pertenencia ridícula basada en ir vestido como tus cuarenta amigos en un sucedáneo de despedida de Soltero que es todo lo contrario al concepto de independencia que siempre tuvieron estos festivales. Entre eso y la necesidad de sacar fotos y vídeos grabados a 400 metros de tu objetivo, me dio la sensación de que la gilipollez se está extendiendo a la velocidad de la luz.
Pero bueno… León Benavente no se complican la vida. Tiran de su recopilación de lo mejor de sus dos discos, suben el volumen y el grado de distorsión de las guitarras a la máxima potencia y a correr. Abraham Boba se dejó la timidez en algún puerto desconocido y hasta se permitió el lujo de volar entre el público. A la mierda la herencia de Nacho Vegas. El alumno aventajado se ha comido con patatas los supuestos y de «los días desierto» y esos experimentos previos hemos pasado al puto fuego que prende cada vez que «Gloria», «Ser Brigada», «ánimo Valiente» y todas las demás pasan del estado vaporoso a hacerte sudar como un perro.
La taquicardia generalizada exigió un mínimo de digestión. Phoenix sonaban al otro lado, pero los graves del concierto resonaban en nuestras cabezas aún… y nos dio por correr, porque el plato fuerte de la noche esperaba en el escenario principal.
Las cabezas se habían multiplicado, y el campo de fútbol se había convertido en un sarao disco con acento francés. Teníamos miedo de que a Thomas Marz y compañía les diera por presentarnos las canciones de su flojera grabada del año pasado. Algo de «Ti amo» hubo, pero se hizo soportable con temas que incitan más al baile como «1901», «Listomania», «Sunscrupt», vamos que el que no había calentado hizo ejercicio suficiente para aguantar los 3 días sin agujetas.
Nos fuimos un poco antes de que acabara para coger abierto el show de Alien Tango. Pero apenas nos dio tiempo a ver la última canción. ¡Otra vez será!
Aprovechamos las comodidades del escenario pequeño para ir al baño, cambiar tuents, saludar a algún habitual de estas lides festivaleras y esperar a que los pipas acabaran de adecuar el escenario para Mujeres (cambio de cromos de última hora).
A riesgo de que nos tilden de snobs (otra vez) se agradece ver un concierto sin apenas selfies, postureo y esas polladas que desvirtúan lo que en realidad importa que es la música. La gente más previsible estaba repartida entre la aburrida zona de dj´s y el concierto de La Habitación Roja, así que el escenario Jagermeister se llenó de camisetas negras, no muchas, porque con estos calores los olores bullen y no es cuestión de atufar al vecino.
No me acostumbro a escuchar a Mujeres en castellano, pero bueno, el cambio ha sido para bien, al menos, en lo referente al reconocimiento generalizado. Y mantienen intacta la capacidad de montar un guateque de los de antes allá por donde van, por lo que no fueron pocos los que nos agradecieron la recomendación de ALM. Y eso dio pie a conversaciones interesantes sobre artistas emergentes, grupos interesantes que tocaban los otros dos días… vamos lo que antes era la verdadera esencia del festival.
Y como la marabunta maistream se había ido al escenario principal, aprovechamos para coger un buen sitio en las primeras filas para esperar a una banda que no hace mucho tiempo todos estos eruditos del indie ignoraban. En apenas dos años, Belako le ha dado la vuelta al repertorio que tocaron cuando la liaron gorda en el eszenatoki txikia.
Estas tienen ovarios de sobra para demostrar que una hora de concierto no es suficiente. Con tres LP´s y energía para parar un tren tienen contundencia a raudales para calentar a todo el puto Low Festival. A mí, personalmente, me gustan más en formato sala (y creo que a ellos les pasa igual), pero han aprendido a amoldarse a la situación y a jugar con la gente. ¿Queréis Sinnerman? Pues poneros el disco de Nina Simone, que esto se llama: Lungs y esto otro: «Nice Church». ¿os gusta? pues ahora nos vamos a los 90: «Off your shoes» apto para chicas vans y chicos Converse… Los one hit wonders tocan en el otro escenario… si os quedáis, os damos una clase gratuita de euskera… y ahora que los impacientes han huido sí: os habéis ganado una dosis de primer disco…
¡Dios! cómo se echa de menos esta improvisación, este juego con el repertorio dependiendo de lo que les pida el cuerpo, esos gritos, esa ambigüedad, ese descaro en desuso.
Me dejó tan buen sabor de boca la sudada que dejé que mis compañeros de festi se fueran a ver a Kero Kero Bonito o a quien les apeteciera y me fui a casa, con la luna llena, ya blanca, y la sensación de que «la vida puede ser maravillosa» (que diría Andrés Montes) cuando la música cuadra todos los desequilibrios de tu rutina.
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