Nos pasamos la vida buscando sitios. Momentos que fotografiar con nuestras retinas. Apegos que se convierten en recuerdos, o viceversa. Y luego, no conocemos sitios que están a, apenas, unos kilómetros de nuestras casas.
En nuestro afán de recomendar planes, muchas veces, olvidamos dar relevancia al espacio que acoge esos espectáculos. Esos picnics semanales de cultura.
Desde que soy padre mi cuerpo echa de menos determinados influjos nocturnos. Alevosías musicadas y tertulias sobre la obra de esa tarde, o el estreno que acabas de ver. El fin, cambia el hedonismo puro, por un carácter más educador. Creo que, a veces, me paso y mi hija duerme más plácidamente un sábado o un domingo que un día de colegio. La cuestión sería si el cansancio es de emociones, o de saturación cultureta de un padre ídem.
Por desgracia para ella. No puedo evitarlo…
El caso, es que en esta aventura «culturizadora» uno conoce parajes impresionantes, rincones hermosos y, por qué no decirlo, sitios cojonudos donde comer. Sé que son tiempos de compartirlo todo, pero yo no soy así y me gusta que ese proceso lo viva cada uno a su manera. Entre otras cosas, porque me evita críticas basadas en diferencia de gustos y me genera el estrés «influencer» de pensar más en fotografiar la comida que comérmela.
Pierdo seguidores (y seguidoras) y posiblemente, mucho dinero. Pero creo que me compensa el hecho de que cuando mi hija no esté, asocie una parte de sus recuerdos, a que sus primeros pasos en el teatro, en la música, en el mundo de los cuentacuentos, de la magia, o del arte urbano, los dio al lado de su padre.
Y es que yo fui padre, con el zurrón de experiencias vividas lleno. Y eso es una ventaja, porque es como que tener una hija, aparte de todos los quebraderos de cabeza que os digan, y todas las satisfacciones que os quieran vender, tiene como punto más álgido, la oportunidad de escribir una aventura nueva. Y eso, con la crisis de los cuarenta, ya, sin freno, y con ese afán por ser el más joven (que resulta más contagioso que el Covid), te regala un prisma único e incomprable.
Hoy voy a hacer una excepción, porque llevo tres semanas degustando cultura para niñ@s de nivel sin pisar un espacio frío, cerrado y con nombre de ilustre persona fallecida hace, al menos, cien años.
Barrios de Alicante, encantos secretos de Petrer mezclados con Artenbitrir, arroces de leña tras cuentos en cuevas y parques. ¿Sabéis la cantidad de parques que tenemos por ahí muertos del asco?
Mis amigos están cansados, porque últimamente, al que me dice que ha estado en Nueva York, le pregunto, automáticamente, si ha estado en Central Park, o si ha estado en París, a ver si se ha tomado un Croque delante de la Torre Eiffel. Y todos, sin excepción, dicen: Claro. Salvando las distancias, al preguntar por La Marjal, el Palmeral, Lo Morant, El parque Municipal de El Campello, el de Sant Joan, el Palmeral de Elche, El Reina Sofía de Guardamar, o en Canyar de les Portelles, donde este finde se celebra el Alacant Street Market, todos me miran con cara de asombro: ¿qué dices? ¿qué es eso? – Pues eso, un sitio donde sentarte a respirar, donde montar un picnic, un cumpleaños alternativo, un partido de Lacrosse, una clase de Yoga, o una búsqueda de Huevos de Pascua. Sí, manda huevos, que a cuatro alemanes que todavía no hablan español, se les ocurra y a ti no…
Y eso, viviendo en un puto secarral, tercero en el ranking de provincias montañosas. Siempre hablando de los sitios que Google no recomienda, y teniendo un trabajo de localización cojonudo, no lo aprovecha ni dios: verde, más verde, columpios, riachuelos, patos, silencio, tiempo para leer, para conocer mejor a alguien… ¡Joder! El rastro está ahí. ¿No tienes curiosidad? ¿No te apetece hacer algo diferente? ¿respirar cosas diferentes? ¿naturalizarte un poco?
Pues eso, muévete. El rastro de las foodtrucks y de los cuentacuentos alternativos, lleva a paraísos que cuando no hay cultura están vacíos para amar, para pensar o para lo que te dé la real gana. De hecho, vivirlo, como yo he hecho hoy, es combinable, con comer por ahí, ver a tus amigos, ir a un sarao u otras muchas cosas. Pero no te equivoques, que estés cansado de tu barrio, no significa que a su alrededor no puedas encontrar motivaciones diferentes.
Piensa lo que quieres. A lo mejor, lo tienes más cerca de lo que crees. Aunque las Oficinas de turismo, Tripadvisor, Google y La tele no hablen de ello.
Deja una respuesta