Cuando Iñigo Errejón sacó a relucir, en el Congreso, el tema de la necesidad de «invertir» en personal médico especializado en enfermedades mentales, hice un careo con algun@s psiquiatras y psicólogos de Alicante.
2 frases me marcaron especialmente de aquellas entrevistas. La primera, que «el 80% de mis pacientes tienen más problemas en el bolsillo que en la mente». Y la segunda, de una joven doctora, que dijo que utilizaba nuestra agenda para recetar cultura. Porque el teatro, o la música, entretienen, las exposiciones te hacen pensar, las películas te distraen… indagando más allá, fuera del sentido estricto de su bata, llegó a decir que gran parte de la sociedad no sabía como divertirse. Y cuando no tienes cómo distraerte (y no hablo de mirar al Instagram) corres el riesgo de «pegarte un hostión de los buenos».
El caso de la gimnasta Simone Biles, me ha hecho retomar ese hilo que dejé en un cajón por falta de tiempo. Esta vez, la llamada fue a una socióloga amiga, intentando buscar un prisma diferente enfocando desde nuestro papel en la sociedad. O lo que es lo mismo, la importancia de equiparar expectativa con capacidad para cumplirla.
Prestándome a un experimento simple, como miembro honoris causa de la generación que encadena crisis tras crisis, mi socióloga de cabecera hizo una diferenciación entre las capacidades para adaptarse a los cambios que hemos tenido que «aprender» los nacidos entre el 70 y el 85 (más o menos).
Nuestros padres quisieron darnos una vida mejor, pero ahora un alto porcentaje de nosotros firmaríamos, con los ojos cerrados, un punto de rutina y seguridad como el que ellos tenían. Se parece al conformismo, pero en realidad, es el miedo a despegar los pies del suelo.
La sesión nos llevó a comparar Instagram con los cafés para socializar, escuchar música banal o interiorizar la tristeza con las letras de Nirvana o Smashing Pumpkins. Recordé la impresión que me causó leer «la nausea» en el Instituto, o lo bien que me sentaba escuchar, egoístamente los problemas de la gente en «hablar por hablar».
Hemos pasado de la rudeza de nuestros padres, a la más frágil de las educaciones. Somos dependientes de los «likes», no recordamos la noticia que nos impactó ayer, somos promiscuos en el amor, no tenemos apegos por nuestros trabajos, tenemos poco aguante, nuestros ídolos dan la sensación de no haber hecho nada para merecer la fama y nuestras aspiraciones tienen un precio que, normalmente, nunca podremos pagar.
Hoy, al escuchar como un periodista deportivo menospreciaba un diploma olímpico, equivalente a cinco años de trabajo y ser el sexto mejor del mundo en su trabajo, me he preguntado qué lugar ocupo yo, y cuál el periodista que tan soezmente ha hecho la crítica sin pensar en las consecuencias, o en lo que pasará por la cabeza de un deportista que aspira a un cetro que sólo una persona en el mundo consigue cada cuatro años.
Simone Biles es una persona valiente, porque ha reconocido que tiene miedo. Que es débil, o que no sabe gestionar sus inseguridades. El mundo está lleno de ese tipo de gente que cree necesitar cosas que nunca va a tener. Que cree que se divierte bebiendo, o pasando fotos en un móvil, o machacándose en un gimnasio sólo para poder sacarse una foto mejor. Ella es la mejor, pero a lo mejor no quiere serlo, o no le da la paz que desde fuera creemos que da tener fama, reconocimiento, premios…
Y ahí, cuando tenemos la opción de debatir, resulta que se nos ha olvidado pensar, porque tenemos la cabeza ocupada ¿en qué? en ser un influencer, un millonario que no sabe como gastarse la pasta, un móvil-dependiente.
Al volver a llamar a la psiquiatra que receta cultura, me ha dicho otra frase digna de titular: «el Covid nos ha dado una segunda oportunidad». No sé el tiempo que habéis dedicado vosotr@s a plantearos lo que os gustaría cambiar en vuestras vidas. A mí, me gustaría estar más relajado para tener más tiempo, para poderme parar a escuchar lo que los Cobaines y los Corgan de hoy tienen que decir. Creo que he acumulado penas suficientes para poder asimilar mejor los dulces matices de la felicidad.
La diferencia es que ya no necesito medallas de oro, ni palmaditas, ni grandes sueldos, ni comprar la mitad de cosas que veo pasar por Instagram, porque ya no «leo» Instagram. Lo que no voy a negar que me sentó bien que recetaran la Agenda de alicantelivemusi.com para salvar alguna mente descarriada. Yo también lo hago. Muchas veces.
Y estaría bien que tú, si sientes cierto vacío, también miraras un poco más allá de lo que crees insuperable. Porque las barreras, físicas y mentales, están para superarlas. Lo difícil de entender es que el proceso previo al salto de las mismas requiere un entrenamiento. Así que te pueden quitar tiempo de muchos lados, pero nunca malgastes el que debes dedicar a pensar en ti, en lo que te gusta, en lo que te hace diferente y te satisface. Porque es, justamente, ese rato, el que te evita el resto de malos tragos que, quieras o no, vas a tener que asumir.
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