Autora: Ana Simarro
¿Qué pueden compartir durante dos horas Elche y El Líbano? Era inevitable que mi inagotable curiosidad por el arte y la cultura no me llevasen un día más a sumergirme en un mundo lleno de contrastes. Así que encantada de la vida allí estaba yo, en El Auditorio Parque de la Rotonda para ser partícipe de un pequeño pedazo de La Increíble Gira Mundial de Violín. Una buena ocasión para ver a Ara Malikian contando la historia de su tercer brazo de cuatro cuerdas.
Con él no es fácil diferenciar dónde empieza el hombre y acaba el instrumento. No se pude decir tan solo que consigue crear sonidos frotando el arco contra las cuerdas; todo su cuerpo es música en movimiento.
En una buena posición en la cola, relativamente cerca de la entrada al recinto; entre niños y niñas, palomas y palomos, personajes y personajas, melómanos y melómanas, junto con los que estaban echando la tarde en el parque con la abuela. Ahí estaba yo; esperando durante hora y media a que abrieran las puertas, mientras me entretenía hablando con mis acompañantes y mirando la gente, de refilón vi pasar a un señor hindú que me llamo la atención y que resultó ser Nantha Kumar, el percusionista del espectáculo. Parece que él no teme a las fans y doy fe, que a partir de ahora soy una, porque después de Narci (Saurom), no había visto otro hombre orquesta como ese.
La primera fila no era mi objetivo en un principio, pero los astros se alinearon y quisieron que pudiera ver hasta el mínimo gesto de los músicos haciendo sonar violines (Ara Malikian y Jorge Guillen), contrabajo y bajo (Tania Bernaez Abad), guitarra (Fernando Egozcue), violonchelo (Cristina López), viola (Humberto Armas), percusión (Nantha Kumar), batería y percusión (Héctor el Turko), que también tuvo un papel más que importante cuando fue el momento de interpretar “La Campanella” de Paganini; sin alguien que tocase la campanita no se hubiera podido. Gracias Héctor.
Describir cada una de las cualidades, habilidades e historia de cada uno de ellos podría hacer este post interminable, así que animo a investigar la trayectoria de estos potentados porque no tiene desperdicio.
¿Qué pasa cuando se juntan en el escenario un Mathias Thir de 1776 y una guitarra eléctrica? Pues que puede empezar a sonar “Kashmir” de Led Zeppelin o “Misirlou” de Dick Dale. Espectáculo asegurado. Su pelo es directamente proporcional a su energía en el escenario y verlo tan de cerca impacta. Con “Bourj Hammoud” los violines hablaban entre sí, contándose anécdotas en las calles de Beirut y todos éramos espectadores de ellas. Preciosa composición la del “El Vals de Kairo” que nos transporta a las ilusiones más alegres y animadas. Cada nota de las composiciones, arreglos y versiones nacen sin querer para ser admiradas y… Me estoy poniendo un poco poética, pero trasmito lo que sentí durante esos instantes de armonía con el universo. Sólo éso compensa el precio de la entrada.
Aunque no solo de música puede alimentarse el ser humano, también es importante reír. Con él y sus historias inventadas (o no), es imposible no troncharse. Un showman que tras contarnos que su violín no era el más destacado entre sus colegas de la Hochschule für Musik und Theater Hannover en Alemanía nos deleitó con “Broken Eggs” y “Con mucha nata” en honor a un tal Alfredo Ravioli. Y quién es ese se preguntarán algunos, según Malikian el más grande lutiere de todos los tiempos; ahí queda eso para quien tenga ganas de creérselo.
En esas estábamos, en lo más arriba del subidón, cuando al señor se le ocurrió ponerse tierno y bajo del escenario, lentamente, entre penumbras mientras tocaba el “Aria” de Bach. Empezó a caminar entre el público, las cabezas se giraban como si fueran la niña del exorcista, para hacerle fotos de cerca, para verlo tocar, para, para…Bueno, a la gente nos admira ver seres extraordinarios andando entre nosotros. Mientras tanto, en el escenario, el resto de grandes, se mantenía solemne completando una melodía que como mejor se siente es con los ojos cerrados.
El tiempo pasa extremadamente deprisa cuando estás disfrutando y sin darme cuenta había pasado la media noche. Nos había amenazado con una actuación de dieciocho horas y treinta y tres minutos, para mí era más bien una promesa que estaba claro que no se iba a cumplir, sin embargo, en absoluto puede haber una queja cuando un concierto empieza versionando “Voodoo child” de Jimi Hendrix para despedir al público con “Life on mars” de David Bowie. El “Requiem” de Mozart tuvo su momento de gloria, tres muertos resucitados con un violín y cientos de personas atónitas, rindiendo pleitesía a un libanés que esperamos que no tarde en volver a llenar Elche de energía positiva o, nunca mejor dicho, música para nuestros oídos.
Maria dice
Fué espectacular. Todo un lujo de concierto.