- Bandas: Los Mambo Jambo y Les Pick Ups
- Fecha: 9 de marzo de 2019
- Lugar: Caja Negra de Las Cigarreras
- Aforo completo
- Sonido Muy bueno
La fiesta no entiende de horarios. Quizá sí de edades. Pero a medida que uno va haciéndose mayor, agradece que las horas intempestivas den paso a las matinales. En si, el concepto no cambia: se mantiene intacta la parafernalia del preparativo, el baile, la cerveza, la buena música… pero en vez de a las 12.00 am, lo hacemos todo a las 12.00 pm.
El sábado el sold out de la hora del aperitivo corrió a cargo de Los Mambo Jambo y Les Pick Ups; Personajillos menudos poblando la primera fila, personajes ilustres de la cultura autóctona ejerciendo de padres (y madres), una sala oscura (la Caja Negra de Las Cigarreras), una barra de cerveza… y hasta un portero de sala, para cortar las entradas publicitarias a las que no les miramos el rabo por ser regaladas.
La apertura de la velada corrió a cargo de Les Pick Ups. Música de guateque con reminiscencias de ese rock que bailaban nuestros papás en las fiestas como esta de los 60 y los 70. Jenny, Avispa y compañía repetían experiencia tabaquera tras el Plataforma. La historia, con bastante más público, tuvo un guión similar: el típico «One, two, three, four», speachs para recordar que fuera había merchandasing, y la caña garajera, con riffs mezclados con punteos de bar sureño, del shake and break que publicaron el año pasado:
Viendo a los peques bailando, con sus cascos y sus gafitas de sol, nos hace preguntarnos porqué cojones siguen insistiendo con el puto reggeatón en carnavales, merendolas, cumpleaños y otras fiestas «para niños» cuando es obvio, que el rock desata mucho más sus pequeñas almas causticas. Pero bueno, los que no éramos tan niños, disfrutamos igual que los enanos con temazos como «law of life» y «Backseat love» (con el que alguno recordó tiempos más precarios de sexo improvisado) y otros clásicos de la banda que supo encender el fuego como debe ser, en un tiempo bastante reducido de actuación.
Porque sí, los protagonistas de la fiesta eran los Mambo Jambo: Honky, Rhythm & Blues, Surf y un despliegue de sudores derivados del movimiento contagioso de sus componentes que vaciaron las reservas de líquido de una barra, que a pesar de la cantidad de público infantil, no dio abasto.
Yo que venía de una noche salvaje en el Jendrix flipé con el ansia de baile que hay en esta tierra. Esto es un no parar y lo cojonudo es que aunque dé la sensación de que somos cuatro gatos, cada vez hay más gentucilla deseando sudar con novedades.
Así que nos comimos las hit guindillas, dimos por sentado que no habría desodorante que salvara el goteo y dimos rienda suelta a la locura contagiosa del puto saxo enlazando notas cantables con los giros, retuerces y vuelos del contrabajo.
Los niños miraban al escenario como si Pepa Pig hubiera pasado a la historia, y ahí seguían los Mambo Jambo, enlazando temas propios con clásicos de los 50, o bandas sonoras del Hombre y la tierra, como si aquella selva, no fuera a dejarse domesticar por las horas.
A tomar por culo el reloj, los planes, los supuestos y los porqués. El león que todos llevamos dentro emergió y los golfos, y las golfas, bailaron como si estuviera amaneciendo a la una y media de la tarde y no hubiera un mañana, ni una tarde.
La lástima de este anzuelo rockero es que luego nada está a la altura de las circunstancias, te tienes que ir a comer, parar y esperar a reengancharte en alguna aventura nocturna, otro concierto, algún aperitivo fotográfico de este mes de las instantáneas o algún aliciente cinético.
Ahí no había tanto niño, pero quien sabe si los que estuvieron en la Caja negra estarán saciando sus inquietudes en un futuro no muy lejano en esas calles donde ahora solo hay desinterés y cervezas derramadas.
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